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Publicado en Nuremberg en 1542, este mapa da cuenta de cómo se veía la ciudad, de 200.000 habitantes, antes de su destrucción en 1521. Nótense las calzadas que permitían con facilidad bloquear el tránsito de ingreso o salida a la ciudad, y así fueron usadas por conquistadores y conquistados en algunos episodios. A la izquierda, un  erróneo mapa del golfo de México.

La imponente capital del imperio azteca, Tenochtitlán, fue fundada a principios del siglo XIV, construida sobre una intrincada serie de islas naturales y artificiales, conectadas por calzadas, sobre las aguas del lago de Texcoco. Entonces la ciudad más grande de toda América, y una de las más grandes del mundo, albergaba una población de cerca de 200.000 personas. En su momento de máximo esplendor, Tenochtitlán era una ciudad excepcionalmente próspera, arquitectónicamente imponente, colorida y llena de vida comercial, civil y militar. La Venecia de América.

Tan sólo tres años después de su llegada en 1519, Cortés estaría fundando la Ciudad de México, capital del virreinato de la Nueva España, sobre los destruidos cimientos de Tenochtitlán. Una iglesia arriba de cada templo.

A continuación, le entrego al lector un relato en forma de párrafos escogidos de “Historia de la Conquista de México”, de Antonio de Solís, escrita en 1684, y basada en numerosos escritos de la época. El historiador, en un bello lenguaje que sentó gran precedente literario en la península ibérica, procuró dar cuenta de la sofisticación que alcanzó la cultura azteca, previo a su derrota y demolición por Hernán Cortés. Lo logró gracias a una combinación de astucia política y genio militar, más el poder de convicción de su pareja indígena y traductora, Marina. Llegó incluso a trasladar por tierra bergantines armados a la laguna que rodeaba esta magnífica ciudad para sitiarla. También contribuyó a su triunfo la escasa astucia del cruel Moctezuma, quien le permitió su ingreso inicial pacífico, otorgó caros obsequios a los conquistadores, pero a la vez permitió estar permanentemente rodeado de militares españoles.

Fue una cultura a la vez sofisticada y sangrienta, como nos la describe el autor. Esta combinación de crueldad con sofisticación hace recordar episodios de la Roma Imperial con su “pan y circo” y también, hay que decirlo, del nazismo, especialmente por los sacrificios humanos y el trato a los discapacitados.

 Aquí comienza el extracto de párrafos textuales, en el español florido de la época:

La gran ciudad de Méjico, que fue conocida en su antigüedad por el nombre de Tenuchtitlan, tendría en aquel tiempo sesenta mil familias de vecindad.

No se gobernaban por el peso ni le conocieron, pero tenían diferentes medidas con que distinguir las cantidades y sus números o caracteres con que ajustar los precios según sus tasaciones. Había casa diputada para los jueces de comercio, en cuyo tribunal se decidían las diferencias de los comerciantes, y otros ministros inferiores que andaban entre la gente cuidando de la igualdad de los contratos, y llevaban al tribunal las causas de fraude o exceso que necesitaban de castigo.

Poco antes de la puerta principal del templo de Huichilobos o dios de la guerra, estaba un humilladero no menos horroroso: muchos troncos de crecidos árboles, por ellos pasaban de uno a otro unas varas ensartando cada una por las sienes algunas calaveras de hombres sacrificados cuyo número (que no se puede referir sin escándalo) tenían siempre cabal los ministros del templo, renovando las que padecían algún destrozo con el tiempo.

Tenía Motezuma algunas casas de recreación que adornaban la ciudad y engrandecían su persona. En una de ellas había cuantos géneros de aves se crían en la Nueva España, dignas de alguna estimación por la pluma o por el canto. Dicen que había pájaros de cinco y seis colores, y los pelaban a su tiempo para que repitiesen a su dueño la utilidad de la pluma: género de mucho valor entre los mejicanos porque se aprovechaban de ella en sus telas, en sus pinturas y todos sus adornos. Era tanto el número de aves, que ocupaban en este ministerio más de trescientos hombres diestros en el conocimiento de sus enfermedades.

Sobre la mansión que ocupaban las fieras, había un cuarto muy capaz donde habitaban los bufones y otras sabandijas de palacio que servían al entretenimiento del rey: en cuyo número se contaban los monstruos, los enanos, los corcovados, y otros errores de la naturaleza: cada género tenía su habitación separada, y sus personas diputadas para cuidar de su regalo; donde los servían con tanta puntualidad que algunos padres, entre la gente pobre, desfiguraban a sus hijos para que lograsen esta conveniencia y enmendar su fortuna dándoles el mérito en la deformidad.

Tenían yerbas para todas las enfermedades y dolores, de cuyos zumos y aplicaciones componían sus remedios y lograban admirables efectos, hijos de la experiencia que, sin distinguir la causa de la enfermedad, acertaban con la salud del enfermo.

El número de concubinas de Motezuma era exorbitante y escandaloso, pues hallamos escrito que habitaban dentro de su palacio más de tres mil mujeres entre amas y criadas, y que venían al examen de su antojo cuantas nacían con alguna hermosura en sus dominios; porque sus ministros y ejecutores las recogían a manera de tributo y vasallaje, tratándose como importancia del reino la torpeza del rey. Deshacíase de este género de mujeres con facilidad, poniéndolas en estado para que ocupasen otras su lugar; y hallaban maridos entre la gente de mayor calidad, porque salían ricas, y a su parecer condecoradas.

Juntábase otras veces el pueblo en las plazas a diferentes espectáculos y juegos. Jugaban también a la pelota igual número de competidores, con un género de goma que levantaba muchos botes. Motezuma gustaba que se frecuentasen los bailes y regocijos, no porque fuesen de su genio, sino porque hallaba conveniencia en traer divertidos aquellos ánimos inquietos, de cuya fidelidad vivía receloso: propia cavilación de príncipe tirano, dejar al pueblo estos incitamientos de los vicios para que no discurra en lo que padece.

Daban grande utilidad a la corona las minas de oro y plata, las salinas, pero el mayor capital de las rentas reales se componía de las contribuciones de los vasallos. Todos los hombres llanos de aquel vasto y populoso dominio pagaban de tres a uno al rey de sus labranzas y granjerías. Eran grandes los clamores de los pueblos, y no los ignoraba Motezuma; pero solía poner entre los primores de su gobierno la opresión de sus vasallos: diciendo muchas veces que conocía su mala inclinación, y que necesitaban de aquella carga para su misma quietud, porque no los pudiera sujetar si los dejara enriquecer.

Tenían los mejicanos dispuestos y organizado su gobierno con notable concierto y armonía. Demás del consejo de hacienda que corría con las dependencias del patrimonio real, había consejo de justicia, donde venían las apelaciones de los tribunales inferiores; consejo de guerra, donde se cuidaba de la información y asistencia de los ejércitos; y consejo de estado, que se hacía las más veces en presencia del rey, donde se trataban los negocios de mayor peso. Había también jueces del comercio y del abasto, y otro género de ministros, como alcaldes de corte, que rondaban la ciudad y perseguían a los delincuentes. Cuidaban del premio y del castigo con igual atención. Eran delitos capitales el homicidio, el hurto, el adulterio y cualquier leve desacato contra el rey o contra la religión. Castigábase también con pena de vida la falta de integridad de los ministros.

Una de las atenciones más notables de su gobierno era el cuidado con que se trataba la educación de los muchachos. Tenían escuelas públicas para la enseñanza de la gente popular, y otros colegios de mayor providencia y aparato, donde se criaban los hijos de los nobles. Había maestros de niñez, adolescencia y juventud que tenían autoridad y estimación de ministros, y no sin fundamento, pues cuidaban de aquellos rudimientos y ejercicios que aprovechaban después a la república. Había también otros colegios de matronas donde se criaban las doncellas de calidad, guardando clausura. Los hijos de la gente noble que al salir de los seminarios se inclinaban a la guerra, pasaban por otro examen digno de consideración, porque sus padres los enviaban a los ejércitos para que viesen lo que se padecía en campaña; y solían enviarlos entre los tamemes vulgares, con su carga de bastimientos al hombro para que perdiesen la vanidad y fuesen enseñados al trabajo.

Puédese contar entre las providencias de aquel gobierno el tener historiadores que mandasen a la posteridad los hechos de su nación. Creían en la inmortalidad del alma y daban premio y castigo en la eternidad; enterraban con los difuntos cantidad de oro y plata para los gastos del viaje que consideraban largo y trabajoso.

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Aquí termino este breve extracto, de un libro que recomiendo, de cientos de páginas. Como puede verse, los mejicanos habían desarrollado toda la institucionalidad del estado moderno, incluyendo un (segregado) sistema escolar, pero con algunas prácticas bastante mejores que las actuales. Avasallaban desde “Tenuchitlan” a los otros pueblos originarios, como por ejemplo los Tlaxcaltecas, contándose en cientos de miles los guerreros y pueblos que eran sojuzgados y esclavizados por Motezuma, o Moctezuma en la jerga actual. Fue precisamente la astucia política de Cortés en el manejo de estas disputas, sumado a las armas de fuego, lo que le permitió en un período de tiempo relativamente breve conquistar el que sería Virreinato de la Nueva España. Se estima que a la llegada de Cortés habitaban la región 10 millones de indígenas, cuya población fue disminuyendo progresivamente por su escasa resistencia a la viruela, los malos tratos, y el total colapso cultural de lo que fuera una civilización sofisticada, por cruel que hubiera sido. Paradojalmente, Cortés murió en 1547 pobre y endeudado, ya que estas aventuras militares eran financiadas por los propios conquistadores, en una exótica variedad de empresa privada.

No hago de esta historia juicio alguno de tipo moral, político ni étnico, positivo o negativo, sino que traté de darle a mis lectores del blog una pieza cultural con luces y sombras, que les pudiera ser de provecho, incluyendo a sus hijos y nietos. El mensaje mas importante, a mi juicio, es que diversas culturas en diversas épocas desarrollaron regímenes autocráticos, sojuzgando a los pueblos vecinos, con una combinación de refinamiento cultural y a la vez crueldad despiadada. ¿Estamos con el cerebro alambrado de esta manera? ¿O es la consecuencia inevitable de la acumulación de poder sin limitantes?

5 Comments

  • Gato Astorga dice:

    Gracias por tu aporte Mario

  • Eduardo Concha dice:

    Cortés murió el 2 de diciembre de 1547. En lugar de las centenas se deslizó un gazapo…

  • Carmen Sepulveda dice:

    Muchas gracias Mario, ilustrativo e interesante. Nunca dejo de sorprenderme de conocer lo que fue y es ahora la gran Tenochtitlan. Lo voy a compartir.

  • ramon Figueroa dice:

    Excelente Mario.
    Para quienes tengan espacio de lectura en estos temas les recomiendo también «La historia verdadera de la Conquista de la Nueva España» de Bernal Diaz del Castillo, uno de los soldados que acompañaron a Cortés desde el inicio de la expedición hacia Yucatán.
    Todos los horrores y artimañas de la guerra , los conciliábulos políticos , las costumbres ancestrales, y por cierto las cotidianas pasiones , aparecen allí «en vivo y en directo» .

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