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Fue en verdad un placer entrevistar, o más bien conversar a trenza suelta con Gonzalo Rojas-May, por la amplitud y a la vez profundidad de su visión política y social. No es de extrañar, ya que es psicólogo, consultor, lingüista y artista visual. Entre sus muchos libros, hay dos que vienen «al callo» de lo que conversamos: «La Revolución del Malestar» y «En Defensa del Optimismo».

Gonzalo: la idea es que tengamos una conversa poco estructurada y que dejemos volar la imaginación, para que me cuentes tu impresión sobre la sociedad chilena y los momentos que estamos viviendo, qué nos llevó al estallido, en fin, la realidad chilena desde la óptica de un escritor.

He escrito múltiples artículos y un par de libros sobre esto, y es un desafío no menor tratar de sintetizarlo. Lo primero que creo es que no debemos mirar solamente a Chile, sino que el contexto internacional y, ni que decir, el contexto latinoamericano. Lo que hemos vivido los últimos años no es privativo de Chile, pues en distintos continentes hace ya varios años que se está produciendo un reacomodo muy importante entre la ciudadanía y sus líderes.

A nivel mundial se ha venido produciendo un creciente malestar y cuestionamiento, lo cual es muy paradojal. Los últimos 20 o 30 años han sido, en muchos sentidos, de los mejores para el desarrollo humano, es cosa de mirar números y comparar cómo era el mundo hace 100 años. Las enormes mejoras en expectativas de vida, pobreza, y personas que viven en situación de miseria a nivel mundial es significativo. Desde luego que todo esto cambió bastante con la pandemia, pero así y todo, la verdad es que pocas veces en la historia de la humanidad habíamos estado mejor.

Nunca habíamos tenido tantas democracias simultáneamente, regímenes relativamente bien instalados desde el punto de vista democrático; con amplia participación ciudadana.  Basta ver lo que ha pasado con las minorías étnicas y con el rol de la mujer. Todo esto es muy paradojal, porque en tiempos donde en apariencia ha habido tanta bonanza desde muchos puntos de vista, y tantas oportunidades de desarrollo al mismo tiempo, tenemos un creciente malestar en todo el planeta.

Siempre se dice que en Chile somos una suerte de laboratorio, desde muchos puntos de vista, político, económico y social. Pasamos desde las utopías absolutas de los años 60 y 70, donde fuimos realmente protagonistas a nivel mundial, al pragmatismo absoluto de los 90.  Desde entonces y durante los años 2000, se produjo un proceso de mucho mayor individuación, de mayor concentración en el sujeto, en el individuo, y esta pérdida de las grandes utopías, así como la percepción de falta pertenencia a un proyecto colectivo, fue debilitando muchísimo el diálogo cívico.

El origen de lo que hemos vivido es multifactorial. En uno de mis libros, “La Revolución del Malestar”, planteo una hipótesis que produjo bastante ruido: el estallido social fue una suerte de revolución de consumidores, ya que pasamos del “venceremos” al “compraremos”.

Si me permites, le agregaría otro ingrediente a la sopa. Una grave falencia del Estado fue, primero, con la educación pública en la basura, escuelas que son verdaderos guetos de desesperanza aprendida.  Segundo, el SENAME. No tengo que explicarte esa situación. Tercero, las abarrotadas cárceles, verdaderas escuelas delictuales. Intervenciones fallidas del Estado, que crearon una generación completa para el “baile de los que sobran”, como en la canción de Los Prisioneros, que vertieron toda su ira en la Plaza Baquedano, y en todas las ciudades del país. ¿Qué opinas tú de ese ingrediente?

Estoy muy de acuerdo contigo, sin duda hubo una enorme precarización de nuestra educación. Creo que te debimos haber escuchado a ti y a Educación 2020 mucho más, y tal vez, nos habríamos ahorrado una buena parte de los problemas que tenemos. Ahora bien, aunque comparto lo que planteas, tengo un matiz. Lo que tú acabas de describir, qué es la verdad de la educación, el SENAME o las cárceles, corresponde a un segmento de la población que con toda razón está frustrado, enojado y desesperanzado, pero también está ese grueso de la población, esa enorme franja qué es la clase media, compuesta por los consumidores que se sienten estafados por la promesa que les ofrecía el sistema.

El grueso de los jóvenes, que han ido a la Universidad o a la educación técnico profesional en los últimos 20 o 30 años, son la primera generación con acceso a educación superior y al sistema. Lo que se les había prometido era que, por el hecho de ir a la Universidad, de tener  acceso a educación superior, endeudándose, con la familia haciendo un esfuerzo gigantesco, o ellos mismos, con los créditos de aval del Estado, tendrían un trabajo asegurado y una buena remuneración. En otras palabras, creímos que por el hecho de tener un menú de oportunidades, íbamos a tener acceso real a éstas, y fue falso.

Permíteme reafirmar lo que estás diciendo. Hace 20 años teníamos 300.000 estudiantes en la educación superior, y 10 años más tarde era 1.300.000, la matrícula se multiplicó por más de cuatro veces en 10 años, dándole patente de corso a un conjunto de universidades chanta que vendían títulos de pacotilla. Entonces, hubo 1 millón de personas que estaba recibiendo títulos de pacotilla, y eso creo que fue otro combustible del estallido. ¿Verdad?

Estamos bastante de acuerdo en el diagnóstico. Como tú mismo ves, no solamente eran sectores marginales populares, que estaban muy legítimamente dolidos y molestos con el sistema, sino que teníamos esta clase media enorme, que también se siente desde hace muchos años frustrada, molesta y engañada. Insisto, cuando yo hablo de consumidores, muchas veces se piensa en una relación comercial de compraventa, pero yo me refiero también a los consumidores de democracia, a esa de “la alegría ya viene”.

La mayor parte de la ciudadanía de fines de los 80 y 90 en verdad creyó que, por el hecho de recuperar la democracia, las promesas de ésta iban a ser razonablemente asequibles en un tiempo cercano. Así también el mercado ofreció promesas, que muchas veces cumplió, pero también estafó, desde las colusiones de los pollos hasta la del papel confort. Junto con ello, la educación cívica en los colegios está demolida hace décadas, y además estamos en medio de una revolución tecnológica donde el presentismo y la instantaneidad de las redes sociales se instala como una suerte de nueva normalidad.

La alegría ya venía, pero parece que no llegó. Pero te quiero traer al presente. ¿Cómo ves la situación con el plebiscito de septiembre pasado y la elección actual, cómo ves el panorama de Chile en este momento?

Creo que hay que mirar esto en un contexto un poco más macro. Tenemos desafíos enormes. Por un lado, tenemos que ser capaces de construir una buena y nueva Constitución para todos, en la idea de que en Chile no sobra absolutamente nadie. Pero, simultáneamente, tenemos que abordar con urgencia los problemas que todos conocemos y padecemos: salud, pensiones, delincuencia, migración descontrolada, seguridad.

Sumémosle a lo anterior, que tenemos un problema mayor: la falta de seguridad institucional.  Mientras nosotros no seamos capaces de volver a dialogar y a construir acuerdos que garanticen una seguridad institucional para todos, vamos a seguir teniendo problemas graves.

La seguridad institucional es la que permite que el Estado cumpla su primer rol: el orden público. Así también, ésta significa contar con reglas claras y que estas se cumplan. La seguridad institucional implica, necesariamente, diálogo. Ejemplo: tenemos un problema económico mayor. Por una parte, una enorme cantidad de capitales se ha sacado de Chile debido a la incertidumbre instalada por el “estallido social” y las secuelas de la pandemia, y, al mismo tiempo, hay oportunidades gigantescas como el litio.  Pero ¿qué inversionista va a querer en verdad volver a invertir aquí, si no se le está ofreciendo seguridad económica y reglas claras? Si no somos capaces de dotar a nuestra sociedad de un nuevo trato, con reglas mínimas que se cumplan para todos; con condiciones nítidas y claras en el tiempo para los inversionistas, con una verdadera política de modernización del Estado, va a ser muy difícil que podamos salir del atolladero en el que estamos.

Tú eres miembro de la directiva de Amarillos, que ya es formalmente un partido. ¿Cómo ves el rol que están jugando hoy, y el que debieran jugar en el futuro?

En primer lugar, me siento muy orgulloso de pertenecer a este movimiento que ha devenido en un partido. Creo que ninguno de nosotros, cuando levantamos la voz hace un año y medio atrás, nos imaginamos que nos íbamos a transformar en un partido político. Por otra parte, siento un deber enorme.

Fuimos valientes en un momento en que era mucho más fácil callar y asumir una posición pasiva, creo que los Amarillos fuimos extraordinariamente corajudos, y visualizamos con bastante antelación lo que estaba ocurriendo con la fallida Convención Constitucional. Pero, como señalé, también siento el deber de ser capaces de traducir el apoyo enorme que hemos tenido, en un proyecto político que sea dialogante e inclusivo, pero que, al mismo tiempo, sea lo más firme posible con los valores que a nosotros nos parecen fundamentales, que son esencialmente dos: buenas reformas y más democracia. Buenas reformas significa reformas pensadas, planificadas, bien construidas y viables de ejecutar en términos de financiamiento y en términos organizacionales. Hace mucho tiempo vengo repitiendo que Chile es un país que se administra razonablemente – por todos estos problemas que tenemos de catástrofes naturales, terremotos, incendios, inundaciones, siempre es un país que administra sus emergencias y su contingencia razonablemente muy bien – pero Chile es un país que no se piensa.

¿Hay algo más que quisieras agregar?

Lo que quisiera es invitarlos a todos a construir un nuevo trato, a formar parte de un proyecto para el siglo XXI. Todos somos herederos del siglo XX, que fue un siglo maravilloso y espantoso al mismo tiempo.  Pero hoy el tiempo es otro. Estamos en la tercera década del siglo XXI.  Lo que Chile requiere es imaginación, valentía, y al mismo tiempo orden, pensamiento y creatividad para este siglo.  Amarillos es un partido para el siglo XXI, heredero del aprendizaje del siglo XX, heredero de los errores y también de todas las cosas estupendas que se hicieron en el pasado.  Las chilenas y chilenos merecemos una nueva y mejor oportunidad para el futuro.

One Comment

  • Estimado profesor admirado:

    Se me pasó el enojo. He tomado decisiones que compartiré de forma más interna. Sigo en Amarillos. No hay otro color.
    La práctica fue un casi desastre. Es decir, hice clases, le tomé el ritmo a la enseñanza. Pero, los plazos de informes y formalidades no coincidieron con la realidad, trabajé de más. El instituto pide que me quedé hasta el 16 de junio laborando, imposible con los recursos que poseo. Mi hija mayor en el mismo colegio con promedio rojo en Lenguaje debido al cambio de nivel de exigencia. Siento un poco de terror educacional.

    En Chile toda la educación es chanta, dice mi pesimismo.
    Aquí estoy, este bendito saco de huesos, con 30 años, sin título, ni técnico, ni universitario, soy de oficio profesora. Los títulos no existen.
    Pero yo Elegí Educar… Se acuerda del programita de incentivo de la UC? Soy tutora del Programa de Reactivación Educativa ⭐ Enseñaré a leer, sumar y restar a rezagados.

    Estoy endeudada hasta el cuello, aprendiendo de economía y de a poco salvando mi estabilidad financiera.
    Qué frustración.
    La política me salva. Me postularé como concejal. Es matemáticamente lo que hay que hacer.

    Repaso cálculo, no sé cómo. Tengo una libreta llena de cálculos prácticos que han multiplicado los recursos, así como Jesús multiplicó los panes. Aplico ecuaciones, simplificación. Tengo hasta anotados los niveles de inflación contra los que lucho, las alzas, todo. He multiplicado los recursos.
    Concluyo: esto podríamos hacer en una Muni, con poco mucho.

    Procedo y de hecho ya lo hago, estudio la ley 18.695, la Ley Orgánica de Municipalidades + su libro, que por cierto está en el número 21 de Play Libros ⭐. Es muy extenso el título de su libro, de ahora en adelante lo llamaré «Gestión».
    Con dolor le escribo. La verdad es que no quiero. Estoy amurrá, como una niñita.
    Pero es que la verdad sus entrevistas me mantienen tranquila. Algunas las veo con más calma. Gracias por su solidaridad.
    No es el único que está enseñando gratis.
    Comienzo a soñar una universidad estatal. La veo. Pronto.
    No así el Plan Inicial de Educación Parvularia. Es una utopía. Imposible de concretar en los próximos 20 años. Si supiera el maltrato que reciben las Técnicos 😓😓 Tengo historias del terror de otras practicantes.
    Pero calma. Nada es imposible.

    Tengo algunos apuntes de mi práctica. Quizás se los envíe.
    No es seguro que me asignen una nueva práctica, ahora en un municipal. Pero mi esperanza no muere, solo se hace más pequeña.
    Si considera que el Iplacex es chanta, para su tranquilidad soy alumna regular de la UACH, se produjo un entuerto tanto académico y financiero cuando volví a estudiar.
    Un entuerto digno de un ingeniero. Solo se lo explicaré en persona.
    El bendito día que pueda saludarlo, en algún encuentro Amarillo ente muchos militantes.
    Sentía tristeza de no volver a escribir.
    Mucho ánimo.
    No estaré presente en el zoom que hará la otra semana. Haré gestiones para Amarillos.

    No se olvide. Mi razonamiento matemático sigue trabajando para usted y para nuestro amado Chile.

    En vistas de un Chile mejor 🌻

    Pd: En buen chileno: no se olvide del enfoque, y no ande pensando weas, que él que nace chicharra vive cantando, vive!. Nada de morir. Enfoquese mucho, se lo suplico.
    Atte: otra chicharra amarilla del sur 🥳🤭

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