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SI USTED YA LEYO LA PRIMERA PARTE, PASE DIRECTO A LA SEGUNDA Y CONCLUSIVA PARTE, donde dice Año 2040. Sino, léalo y disfrútelo completo 😎

Hoy, con el desayuno diario de noticias tremebundas sobre la economía, la pandemia, las kastopatías y las boricosas, leí que había aparecido ooootro mutante del COVID, y que esta nueva variedad es la que se desparramó aun más rápidamente, desplazando a su antecesora. Su ADN, obviamente, no es el mismo que antes. De ahí que se apareció en mi calva cabeza este cuentito distópico apocalíptico que les ofrezco con mucho amor. Distópico, por cierto, significa lo opuesto a utópico, para que se vaya preparando. Este es un cuento dark, no lo lea en la madrugada insomne. Pero es bueno para un fin de semana hartos de las noticias políticas.

Permitidme, querido lector, una primera incursión colateral acerca de mutaciones darwinianas. No quiero sonar pomposamente científico, pero es que no puedo inventar esta distopía apocalíptica sin dar previamente como ejemplo la guerra de genes entre las gacelas y su principal depredador en la sabana africana, el guepardo. Este es una suerte de tigre o pantera flacucha que ha evolucionado para correr más rápido que ningún otro mamífero en el planeta, y además dar giros bruscos en su trayectoria gracias a la larga y flexible cola que usa como timón de navegación.

Posiblemente usted habrá visto alguno de esos programas del National Geographic en que muestran una carrera despiadada: el guepardo trata de alcanzar a la gacela, lográndolo solo una de cuatro veces, para romperle el cuello y devorarla junto a sus colegas de cacería. Por el altísimo consumo de oxígeno, el guepardo (no así la gacela) se cansa a los 400 metros de la persecución y tiene que parar si no logra su meta. De 0 a 95 km/hr en tres segundos, dato real, requiere un motor turbo de alto consumo y poca duración.

A lo largo de los milenios, se ha producido esta peculiar guerra genética. Las gacelas un poco más lentas, o menos ágiles para saltar lateralmente y así esquivar al guepardo son devoradas, y su progenie no se reproduce. A la inversa, las gacelas más rápidas y capaces de dar mejores giros sobreviven y su descendencia queda asegurada. Por su parte, los guepardos más lentos mueren de hambre y no tienen descendencia, y los más rápidos comen gacela cruda a las finas hierbas, le llevan las mejores sobras a sus felinos hijos, los cuales sobreviven y etc. etc.

A lo largo de los siglos, en esta suerte de carrera genético-armamentista, han ido surgiendo gacelas cada vez más rápidas… y guepardos cada vez más rápidos. Los de genes más inadecuados van quedando a la vereda del camino a lo largo de los años. Pero ojo… si los guepardos mutaran a elevadísima velocidad y se convirtieran en súper guepardos… al poco tiempo no quedarían gacelas, y por consecuencia los súper guepardos se extinguirían por hambre también. Un delicado, hermoso y cruel balance de la naturaleza. Co-evolución de guepardos y gacelas, que no tiene propósito alguno ni está dirigida por la mano de Dios, salvo que usted sea evangélico, en cuyo caso mejor rece por el fin de la pandemia en lugar de leer esta aberración delirante y herética.

Ahora, imagine este paralelo: las gacelas somos nosotros, y el guepardo es el coronavirus. Pero esta carrera armamentista no se desarrolla a lo largo de siglos, sino que de meses. Cuando hay 100 millones de infectados, en que cada cuerpo humano contiene a su vez mil millones de virus dando vueltas por su sangre y pulmones, y reproduciéndose masivamente, en el planeta hay cien mil millones de millones de ejemplares del coronavirus reproduciéndose. Las posibilidades de mutación al azar son entonces millones de veces mayores y más rápidas que en unos pocos miles de guepardos y gacelas que van quedando en Africa. De hecho, el COVID mutó ya varias veces significativamente, en menos de un par de años. Vamos en la Omicron, luego vendrá la Ultricron o quién sabe.

Basta con que uno, sólo uno de esos cien mil millones de millones de virus, en Madagascar o Moscú, sufra una mutación al azar en su ADN, que le permita dar más progenie y desparramarse más rápido, para que a poco andar el nuevo virus rápido se vaya convirtiendo en la variedad dominante.

¿Por qué no habría de darse, en un par de meses más, una nueva mutación que lo haga mucho más contagioso y un poco, pero solo un poco más letal? Si fuera mucho más letal, lo curioso es que se extinguiría rápidamente, como el Ebola, en que se muere rápidamente el 80% de los infectados… y no queda casi ninguno para viajar en avión o en tren, ni contaminar a los demás yendo al supermercado. Por eso los focos de Ebola quedan siempre muy acotados geográficamente. Menos mal porque produce una muerte tan horripilante como la del coronavirus pero diferente y más rápida. Salvo que un terrorista, digamos, lo pusiera en el aire acondicionado del Metro y ahí si que queda el espanto.

O sea, para que esta distopía apocalíptica, delirante y siniestra funcione, el puro azar nos podría generar un Super Covid que sea mucho más contagioso, que viaje por aires y aguas, que resista calores y fríos, e incluso que se transmita por perros y gatos, y que sea un poco pero no mucho más mortal ¿Me sigue? ¿Podría ser? ¡Claro que podría ser! Además, pudiera ser que aparezca a su vez en diversas sub-variedades, como los perros, para que cada vacuna que se invente sólo tenga validez por poco tiempo y no en todas las variantes del virus. Ocurre con la influenza que es su primo hermano, por lo demás.

Otra forma siniestra de contagio masivo sería que el nuevo virus sea bastante más mortal, pero que sus síntomas evidentes sólo aparezcan después de seis meses, en lugar de dos semanas, como ocurre con el SIDA. Así, los contagiados pero todavía asintomáticos humanos, así como sus gatos y perros, andarían infectando sin saberlo a todos sus congéneres por un buen tiempo. Miedito.

Por el lado de las gacelas, o sea nosotros, la evolución nos brindó la capacidad e inteligencia de defendernos colectivamente inventando vacunas, y además generando algunos humanos que tienen unos anticuerpos tan poderosos, que se zampan fácilmente al primer Super Covid que se les cruza por delante. Esa es la «inmunidad natural», no la «de rebaño». Hay gente que no se muere de Ebola simplemente porque lo resisten a pecho descubierto, tienen anticuerpos super top.

Pero, atención, aquí viene el epicentro de la distopía, pues sólo algunos humanos tendrían esta inmunidad natural: los albinos y los enanos (personas pequeñas), por su peculiar estructura genética. Por supuesto que no tengo nada contra albinos ni enanos, ni menos aun contra enanos albinos, que quede muy claro. Es una mera necesidad de este cuento dark.

Resulta entonces temible imaginar un planeta en que muere la vasta mayoría de los seres humanos, salvo aproximadamente el 0.1% que son mayoritariamente albinos y otro 0.1% que son personas pequeñas en distintos grados. Se salvarían entonces sólo un par de millones de personas, de los 8 mil millones que somos hoy. El equivalente a los habitantes de Ñuñoa, La Florida y Puente Alto, pero repartidos por todo el planeta. Grave problema para comunicarse, pues no operarían las redes de energía eléctrica, telefonía ni internet, ya que no habría suficientes sobrevivientes que sepan operarlas. Los adolescentes albinos y enanos estarían vagando desesperados por los bosques, sin saber qué hacer con sus vidas… imagine….no poder mirar el celular ni conseguir likes en Instagram.

Sería el cuasi fin de la humanidad como la conocemos, la mortandad habrá sido indescriptible, de tal modo que los albinos y enanos sobrevivientes tendrán que organizarse de urgencia para lanzar al mar los cadáveres (el suyo y el mío incluido, y también el de Greta Thunberg, la niña profeta del apocalipsis) para evitar que otras pestes asuelen las ciudades.

Las calles y campos quedarán vacías por muchas décadas o centurias, y lentamente los sobrevivientes comenzarán su nueva peregrinación genética por los tiempos de los tiempos. Como ha comenzado ya a ocurrir, el cielo estará mucho más azul, y las calles se llenarán de aves, jirafas, rinocerontes, gacelas y guepardos. Gatos y perros no porque habrán fallecido por culpa del Super Covid.

En cualquier caso, las organizaciones, fábricas y empresas grandes, que requieren de muchas personas para funcionar, desaparecerán y serán sustituidas por pequeñas unidades económicas de autoabastecimiento, algo así como los Kibbutz de Israel o los Koljoz de la época soviética.

Los albinos y pequeñas personas ambientalistas y animalistas habrán cumplido su sueño más allá de cualquier expectativa, pues habremos retrocedido (o según muchos habremos avanzado) a una época de mucho mayor armonía con la naturaleza. Las autopistas y caminos existentes antes de la pandemia estarán semi-vacías, salvo por algunos carros tirados por caballos, para transporte de personas o materiales. Habrá desesperados esfuerzos por salvar la Wikipedia y otros textos clave en versión impresa. Perder el conocimiento acumulado sería la peor tragedia de la humanidad.

Pero las cosas se ponen aún más complicadas. Los albinos tienen estatura normal, y requieren evitar el sol en la medida de lo posible. Por ello, comenzarán a exigir y desarrollar residencias y ciudades aptas para ellos, parecidas a las actuales pero muy sombreadas. En cambio, las personas pequeñas requerirán otro tipo de residencias y vehículos acordes a sus dimensiones físicas. El futuro de la humanidad quedará entonces definido por la capacidad de ambos grupos de colaborar constructivamente, o bien de convertirse en bandos irreconciliables y exterminarse unos a otros.

Ya hemos visto en la historia la facilidad con que distintos grupos étnicos, raciales o sociales comienzan a alejarse e incluso odiarse. Los «nosotros» contra los «ellos». Por ejemplo, en este caso, los matrimonios y relaciones sexuales entre albinos y enanas, o viceversa, podrían ser duramente perseguidos y condenados al ostracismo en el escenario conflictivo ¿verdad? … o bien habría un incentivo a los matrimonios cruzados…. Diseñe usted, querido lector, el fin de este cuento, pues tiene varias salidas posibles, más o menos tristes o felices. Hasta la próxima.

Año 2040 (segunda parte y final)

Los albinos del mundo, aquellos resistentes al Super Covid, que alcanzaron a comunicarse por Instagram antes que las redes se cayeran durante la terrible pandemia del 2024, optaron por reunirse en Islandia precisamente por la escasez de luz solar que tanto daño le hace a los virus… y a los albinos. La isla está ubicada a escasos kilómetros del Círculo Polar Ártico, y en invierno está prácticamente cubierta de nieve y hielo.

No sin discusión, todos los emigrantes hacia Islandia habían optado finalmente por el común idioma original, el islandés, dejando el inglés y el chino como segundos idiomas cuando tuvieran escuelas en funcionamientoLa vida durante las primeras décadas fue durísima, sus habitantes podían alimentarse apenas de la pesca artesanal rudimentaria, huertos de subsistencia, insectos, ratones, gusanos, y de la recolección de frutos silvestres en verano. Felizmente no pasaban frío, pues los 50 mil inmigrantes y los apenas 100 sobrevivientes locales de la pandemia tenían a su disposición los hogares y prendas de los 350 mil habitantes de la isla fallecidos por causa del Super Covid.

Un terrible aspecto de la nueva realidad fue la organización que tuvieron que darse en toda la isla, para deshacerse de los restos mortales de los fallecidos, cuya pestilencia e imagen ensombrecía las caras de todos. Demoraron dos meses por turnos, que culminaron con la erección de un monumento de piedras y troncos, de 20 mt. de altura, en honor de los islandeses víctimas del Super Covid.

Inicialmente, a lo largo de 2024, hubo en Reikiavik conflictos y reyertas, con derramamiento de sangre, entre todos los recién llegados por mar, para ver quién se apropiaba de las mejores viviendas. Se generó un ambiente estilo far west, la ley de la selva, en que los albinos más rápidos y fuertes, con mejor armamento, eran capaces de adueñarse y defender sus viviendas y tierras. Una historia que quedó grabada para todos fue la de una matanza en las afueras de la capital, por la posesión de una cabaña bastante mediocre. “La matanza de los imbéciles” (Slátrun fjósanna) fue el nombre con que la recordaron, y muchos aprendieron de esa lección.

Un joven albino de Albania,  Ahmet Kast Zogu, con un abuelo alemán, era el líder de una corriente de pensamiento, afirmando que el predominio del libre mercado y el uso de la fuerza era el que debía definir el reparto de estos bienes y el desarrollo de la incipiente economía. Si algunos habían tenido la suficiente inteligencia e iniciativa para venirse a Islandia portando armas, era por su mérito propio, y por tanto a los menos esforzados o previsores no les correspondían las mejores casas o los más amplios terrenos de la isla. El, por cierto, había venido a la isla premunido de un fusil AK-47 Kalashnikov y un barril de municiones, por si acaso.

Sin embargo, surgió rápidamente el movimiento “Island Jugend Sozialdemokratie” (en alemán) o IJS (Socialdemocracia Juvenil de Islandia), comandado por Angelitta Merkel, sobrina albina de la famosa canciller de Alemania fallecida en 2024 por culpa del super virus. Rápidamente movilizaron a todos los inmigrantes provenientes de Europa y Asia, y organizaron elecciones en las cuales arrasaron, propinándole una humillante derrota a las fuerzas albino-albanas de Ahmet.

Así, se formó el primer gobierno socialdemocrático de la República Albina de Islandia (Albínó Lýðveldið Ísland), que estableció las nuevas leyes y derechos, establecidos en una nueva Constitución, aprobada por el 75% de los inmigrantes mayores de 18 años. El reparto de los bienes preexistentes, casas, pequeñas industrias y campos, se hizo por riguroso sorteo, y se estableció un Tribunal de Disputas Inmobiliarias y de Bienes Productivos,  para resolver los numerosos reclamos que sobrevinieron. Al cabo de dos años, a inicios de 2026, todos los Neoislandeses habían quedado felizmente tranquilos, con sus disputas resueltas, y una incipiente solidaridad entre todos. Tenían una gran tarea entre manos para reconstruir una sociedad equitativa y por supuesto, combatir el hambre, el gran desafío del momento.

Se estableció también un Banco Central Islandés (Seðlabanki Íslands); un gobierno parlamentario; y un ministerio científico tecnológico con el mandato de desarrollar las tecnologías informática y atómica como bases del crecimiento; y también para preservar y reproducir Wikipedia, la principal herencia de conocimientos de las viejas generaciones fallecidas, para la nueva civilización emergente. Sin embargo, a poco andar el Movimiento de Ciudadanos Albinos Antinucleares (Hreyfingar Borgarahreyfingar Albino) – con toda razón – forzó con numerosas pancartas la eliminación de la energía atómica del programa, pues las fuentes geotermales de la isla habían sido y serían vastamente suficientes para cubrir todas las necesidades y preservar el ambiente para futuras generaciones.

A todo esto, los pequeños hombres enanos del mundo habían por lo general permanecido en sus lugares de origen, pues no tenían razón para relocalizarse. Según las diversas zonas geográficas y realidades culturales, se dedicaron a la artesanía, la agricultura de subsistencia, y si vivían cerca de las costas, a la pesca artesanal. Como en la Edad Media. Tuvieron las mismas disputas de Islandia acerca de la propiedad de las casas, mansiones, herramientas y territorios remanentes. En algunas zonas se zanjaron con la ley de la selva, en otras con mecanismos más igualitarios y civilizados. Los rumores de boca a boca y las fake news se extendieron de aldea en aldea por todo el mundo, relatando sobre una mítica isla de hielo en el norte del Atlántico, donde vivían seres pálidos enormes, de poderes sobrenaturales.

–o–

Alba-Clara Painecura Jørgensen vivía en la zona de Grundarfjordur cerca de la costa y la capital de Islandia. Era una hermosísima joven que en 2042 tenía 18 años, descendiente de albinos mapuche y noruegos que se concentraron en Islandia. De ojos azulados, tenía pelo rubio aunque con la natural rigidez de la cabellera de su padre, Aucán Painecura Huilcamán, a quien en su ciudad natal de Temuco, Chile, le decían “el mechas tiesas”.  Su piel, aunque albina, tenía tonalidades canela propias de sus genes mapuche.

Con 1.80 mt., y la altura propia de su madre, Birgitte Jørgensen Guðjohnsen, Alba-Clara era de una belleza y sensualidad deslumbrante y particularmente exótica, especialmente cuando se teñía los labios con las moras silvestres del bosque. Los todavía escasos jóvenes galanes (y uno que otro viejo albino libidinoso) revoloteaban a su alrededor como moscas.

Un día de 2042, Alba-Clara había tomado una de las abundantes bicicletas que sobraban abandonadas en su zona, para partir sola a pasear a su playa favorita y totalmente deshabitada, la Djúpalónssandur, de arenas negras volcánicas como todas en la isla. Llevaba en su bolso agua para el camino, carne salada de topos y ratas, y huevos de codorniz, lo único disponible esa semana en la bella pero alimentariamente precaria casa de su familia. Asimismo, una caña de pescar para probar suerte y así poder alimentar a sus hermanos menores. No imaginaba entonces que los eventos que viviría en Djúpalónssandur cambiarían la historia de la isla y tal vez, de la humanidad.

En la misma época, en el norte de Escocia, en las Islas Hébridas, pueblito de Port of Ness, vivía William (Bill) Graham Macdonald, hombre pequeño, pero no tanto, de 25 años de edad y 1.40 mt. de altura. Moreno, fornido, con un cierto parecido a Tyrion Lanniser, de la afamada serie Juego de Tronos del siglo anterior, aunque él por supuesto no lo sabía.

Huérfano hacía 6 años, su situación y la de su hermano Jack era francamente desesperada. Una racha inusual de feroces tormentas del Mar del Norte había arrasado con las escasas cosechas y la fauna de la zona, y los pocos enanos y enanas sobrevivientes, muy desorganizados, ya no soportaban el hambre y el frío. Como muchos, él había escuchado sobre historias misteriosas de los sobrenaturales albinos de Islandia, isla ubicada a 1200 kilómetros de navegación desde Escocia hacia el oeste. También sabía que las corrientes marinas y los vientos de las Islas Hébridas siempre conducían en esa dirección.

Desesperados ya, él y su hermano menor decidieron arriesgarse, y se embarcaron en uno de los numerosos yates a vela libremente disponibles en el pequeño puerto ya por décadas. Aunque algo desvencijados, flotaban bien, y ellos ya habían practicado algunos breves recorridos. Escogieron el mejor, llenaron sus bodegas hasta donde pudieron con papas, carne seca de cabras, agua dulce, y zarparon en un día soleado.

La fase inicial de la travesía fue óptima, pero habiendo ya recorrido mil kilómetros, otra de las tormentas habituales en el feroz Mar del Norte destrozó una de las dos raídas velas, una ola de 15 mts. de altura se llevó a Jack y casi toda la provisión de agua dulce, al borde de voltear completamente el yate.  La angustia y depresión de Bill llegó a niveles suicidas, por la pérdida de su hermano y el miedo que lo atenazaba. Pensó en tirarse al agua y acabar con el sufrimiento, pero optó por dejar la vela remanente a media asta y tenderse en una colchoneta húmeda de la cabina, abandonado a su suerte.

Varios días más tarde, Alba-Clara estaba pescando desde las rocas en la playa Djúpalónssandur, y vió en el horizonte la mínima y borrosa silueta de una embarcación. Nunca había visto pescadores en la zona, y se dedicó a observar con curiosidad al desvencijado yate que el viento y las olas arrastraban hacia la playa, hasta encallar en la arena. Al subir, con mucho temor, encontró un enano demacrado y desfalleciente, delirando por la fiebre y la sed. Requirió de tres días de cuidados, agua y alimentación hasta poder sacarle a Bill algunas medianamente comprensibles palabras en el dialecto gaélico, similar al islandés. El miraba con una mezcla de temor y reverencia a esta suerte de semi diosa albina que lo cuidaba con preocupación, pero también con una mezcla de temor y admiración.

Entre las pocas cosas que Alba-Clara le pudo entender a Bill, fue que su aldea en las Hébridas, y todas las cercanas, habían sido arrasadas, pero no sólo por las tormentas. Desde que un viajero había cruzado el canal que separaba las Islas Hébridas del continente europeo, la gran mayoría de las personas pequeñas, mayormente entre 30 y 60 años como sus padres, habían fallecido fulminantemente, en pocos días, de una extraña enfermedad con tos seca, fiebre, y un creciente ahogo que terminó matándolos. Esta epidemia se había producido en la época de menor radiación solar, en el invierno frío y nuboso del norte. Sólo sobrevivieron los menores de 30 y los mayores de 70 años. Bill y Alba-Clara comenzaron el camino rumbo a Reikiavik para avisar sobre esta preocupante noticia.

En 2060, Sigrún Millaray Graham Painecura, una mujer pequeña que, según ella afirmaba vehementemente, todos consideraban virgen, tendría un hijo albino que salvaría el mundo.

The end ( Endirinn )

18 Comments

  • juan carlos larraechea dice:

    ¡¡ que horror !!
    Se me pararon los pelos y me obligó a pensar la evolución de tu cuento….
    En fin, intentaré llevar una vida más reposada habida consideración de mi inminente desaparición….
    o, me corto las piernas para ser como cuchepo
    Eres grande Mario

  • Haidy Blazevic Q dice:

    Gracias Mario, atenta a lo que escribes.
    Al final cuando escribiste «nosotros y ellos» lo vincule inmediatamente con el momento que estamos viviendo.
    Pensaré en mi final, hoy optimista, será un final feliz…de acuerdos

    • Mario Waissbluth dice:

      Haidy, gusto saber de ti. Los «nosotros» vs los «ellos» es una característica genética de los seres humanos, que viene desde la época de las cavernas. Esto se ha agudizado en Chile de manera fenomenal, y solo liderazgos políticos muy sabios podrán sacarnos de ese cisma. No necesitamos a Pepe Zanjas, sino a Pepe Mujica.
      Un abrazo

  • mónica waissbluth dice:

    prefiero tus comentarios políticos!!! Monique

  • Luz dice:

    Wajaaa. Muy entretenido!!!! Ojalá yo tenga hartos anticuerpos y así me caso con albino. En vez de tener perros me traigo 2 guepardos.
    Me encantó este cuento. Gran imaginación y gran conocimiento de gacelas, gueardos, enanos y albinos.

  • Luz dice:

    Genial tu analogía. Quienes seràn guepardos y quienes gacelas …..prefiero ser de las gacelas que se salvan

  • Alfredo Rojas Figueroa dice:

    Excelente escrito. Pero no es un cuento. Es un cuasi ensayo. Sólo falta que pongas las referencias y las citas.
    Agrego un tercer grupo: los “aislados”. Es dable esperar que los ermitaños, los vagabundos que vemos al borde de la ruta 5 de Chañaral hacia el norte, los que viven en pequeñas caletas al borde del desierto podrían sobrevivir las sucesivas olas de COVID. Eso ha gatillado mi imaginación e inicio un cuento o eventualmente una novela corta, para que tú o tus lectores la sigan desarrollando.

    Los Ocultos.

    La negociación final había terminado. El Presidente no había logrado aprobar su programa de prisiones clandestinas al viejo estilo DINA, y había cedido a la alternativa de campos de concentración en el desierto, para los delincuentes más peligrosos. Un año después, Freddo, el “rey de los chirimoyos’ como lo apodaba la crónica roja, inauguraba la primera celda. De allí en adelante las celdas de los pabellones masculinos y femeninos comenzaron a repletarse. Ladrones, asesinos, monreros, poblaban el sector masculino y en los pabellones femeninos campeaban las estafadoras. Freddo tenía sus favoritas con las cuales intercambiaba pequeños favores.: Juliette, la madama irredimible; Juani, estafadora y lanza internacional con la que se escribían epístolas que llevaban guardias oficiosos, y un par de jóvenes aprendices.
    Cuando las fiebres comenzaron, y Freddo vio la velocidad con que se propagaba instruyó a sus amigas y a un par de socios entre los cuales estaban el Mario, gitano y cuchillero, el Cabeza de Pollo, ladrón de bancos y expertos en arrancaderas a que iniciasen una trifulca de tal magnitud que los encerrasen en solitario y él mismo se hizo encerrar cuando lo “descubrieron” comprando víveres con cheques del Servicio de Prisiones. Freddo sabía lo que se venía. Había leído las previsiones de M.Waissbluth, uno de sus autores humorísticos favoritos, y si bien la peste llegó y mató a los prisioneros y los guardias huyeron para morir con sus familias, Freddo y su banda sobrevivieron y salieron a conquistar el mundo. Era cosa de esperar…

  • luis zaviezo dice:

    al final, aparece la lucecita de la esperanza, o estoy demasiado optimista ???

  • David dice:

    Albano-albinos kastianos? colapse!!!!

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