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Por Fernando Prieto.

Si en campañas presidenciales anteriores la educación era un tema central de los debates, hoy, en medio de la discusión constituyente y con el foco puesto en temas como las jubilaciones, la migración o la pandemia, la enseñanza ha pasado a ocupar un lugar secundario en la disputa.

Existe una actitud implícita de rendición frente al desastre de brechas de aprendizajes acumuladas en la pandemia y, con una ausencia de medidas innovadoras concretas, los programas de educación aparecen en las candidaturas en un tono más de declaraciones de principios y listado de buenas intenciones. Al revisar los programas no se perciben planes integrales y sólidos, capaces de resolver los desafíos de la educación tanto en esta difícil coyuntura post pandemia —con un mundo que será más global y competitivo que nunca—, como frente a los fuertes cambios en el ámbito laboral y social, dado por la automatización y al creciente uso de la inteligencia artificial.

Hoy, los planes de educación debieran responder a un diagnóstico lo más acertado posible, dentro de la incertidumbre natural de este cambio de era, para definir e implementar políticas oportunas, que se adelanten a los escenarios culturales y laborales que vienen. Falta una mirada estratégica que intente descifrar dónde estarán las oportunidades y amenazas laborales del futuro, considerando que en una década existirán tecnologías que aún no aparecen y profesiones y oficios que aún no conocemos.

A esto es necesario sumar el cierre de brechas, no sólo ya en los escolares, sino también en los casi cinco millones de chilenos que no han terminado su educación media, la mayor parte de ellos analfabetos funcionales. Existen pocos proyectos de mayor rentabilidad social que nivelar los conocimientos de un adulto, ya que sus beneficios son inmediatos.

Los programas de educación están planteados implícitamente bajo el viejo paradigma de que cambiar la educación toma una generación. No se mencionan métricas ni objetivos de mejora específicos y, como lo que no se mide no se gestiona, se puede deducir que la calidad educativa se seguirá trabajando según el mejor esfuerzo.

Existe suficiente evidencia que bajo un modelo híbrido y personalizado es posible mejorar sustancialmente la calidad educativa en dos o tres años, no teniendo que esperar dos décadas para ello. Los sistemas de educación personalizada se hacen cargo de diagnosticar y cerrar brechas en forma efectiva y escalable. Habiendo gente muy competente en educación, cuesta creer que sea solo desconocimiento de lo que hoy es posible, por lo que, intentando buscar explicaciones, hay un par que hacen mayor sentido.

Un motivo para la inacción es la dificultad de innovar en un ecosistema de casi 15 mil millones de dólares anuales (el segundo gasto per cápita en educación de la OCDE), donde hay demasiados intereses cuya función objetivo no es precisamente una educación de calidad, y que están esperando que pase la pandemia para volver a lo mismo. Otra explicación puede ser que no están los liderazgos para enfrentar un cambio que, como toda innovación disruptiva, desplazará a los actores que no están agregando valor.

En esta segunda vuelta debiéramos fomentar la discusión para que se profundicen los programas de educación de ambos candidatos de modo que, con una mirada innovadora, consideren metodologías personalizadas tanto para nivelación, como para la cobertura de aprendizajes, en una modalidad híbrida. Es fundamental el cambio de modelo educativo que nos traiga un salto importante en calidad, cobertura e inclusión. Si queremos que a Chile le vaya bien en esta nueva era en que el 50% de los trabajos serán a distancia, los chilenos deben estar muy bien preparados ya que, en todo trabajo remoto, las oportunidades laborales serán para las personas más calificadas, de cualquier país y con el salario más conveniente… nos guste o no.

 

Fernando Prieto es empresario en las áreas de tecnologías de información y comunicaciones, y de biotecnología. Actualmente es cofundador y gerente general de PIXARRON, empresa que ha desarrollado innovadoras apps para educación personalizada y capacitación, con proyectos centrados en los países de la Alianza del Pacífico.

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