“Aquí me bajo yo” presenta el reencuentro de tres generaciones: un abuelo (Jaime Vadell), su hijo (Rodrigo Bastidas) y su nieta (Milena Bastidas, en la vida real hija de Rodrigo, pero que aparece como su sobrina en la obra). Hubo un deterioro en la salud del abuelo, que ha perdido las ganas de vivir.
Vadell cumple en octubre 90 años, y su genial capacidad de actuación y para hacer reír a la audiencia se muestra desde el inicio. Me dije que estaba comenzando una obra muy liviana y simpática, y me preparé para disfrutarla. Craso error. A medida que avanzaba esta magistral obra, mi estómago comenzó a respingar, primero suavemente, al punto que pensé que algo me habría caído mal. No pues, hacia el final ese leve respingo se me transformó en verdadero retorcijón de angustia, cuando despertaron todos los fantasmas de mi propia relación con mi padre, y la de mi hermano con él. El humor continuaba, eso sí, y se iba alternando con este muy bien logrado retrato de familia, una historia como cualquier otra de pérdidas, encuentros, desencuentros y reconciliaciones.
La escena inicial – no hay spoiler acá – nos aclara que este abuelo, padre de dos hijos, trató de suicidarse por no querer vivir su deterioro físico y mental hasta el final (de ahí el título de la obra). Su nieta (la adorable Bastidas) le había arruinado el plan llamando a la ambulancia, dejándolo furioso. Ella es la hija de uno de los dos hermanos, fallecido en un accidente hacía mucho tiempo, y muy presente en la memoria de todos. Ambos están esperando al otro hermano (interpretado por Rodrigo) que viene llegando de Alemania donde se fue a vivir – también hace muchos años – arrancando en realidad de la relación con su viejo. Todo esto queda claro en los primeros minutos de un guion también magistral.
En mi caso, no solo se despertaron los fantasmas de la relación con mi propio viejo, sino más encima, la obra me refregó la decrepitud de la vejez, esa que intento combatir a diario a mis tiernos 77 jugando tenis cuatro veces por semana, tomando suplementos de melena de león (un hongo pa los sesos), omega tres (de pescado, pa los sesos también), resveratrol (de orujo de uva, antioxidante pa la longevidad), metformina (pa la glicemia), creatina (pa los músculos) y otras cositas que, probablemente, solo sirven para engrosar las arcas de Salcobrand y enflacar mi billetera pero en fin, es una lucha sin cuartel cuyo desenlace ya está escrito, la pregunta es cuándo nada más. En todo caso, el deporte y los placebos palidecen frente a lo mero principal: estar rodeado del afecto de hijos, nietos, amigos y amigas. Nadie te da afecto si tu no lo das. Y creo que lo he conseguido y es mi principal orgullo. La soledad es la principal enemiga de la longevidad, demostrado por N estudios.
Retomemos. La llegada del hijo que se arrancó a Alemania y formó allá una bella familia es lo que desencadena los traumas familiares, mientras la nieta se esfuerza acá en Chile por devolverle a su abuelo – a estas alturas insoportable – las ganas de vivir. No sigo porque quiero que usted la vaya a ver, y solo le adelanto que el final, en el último segundo (literalmente), es sorprendente. A la salida del Mori nos fuimos a comer a un delicioso chino del Parque Arauco, aunque me tomó como dos horas, la paciencia de mi acompañante (y un mojito sabor tradicional) recuperarme del terremoto emocional que esta obra me provocó, aunque no tiene por qué provocárselo a otros espectadores. No se asuste y vaya a verla, que alguna fibra le va a remover. Como mínimo, va a llorar de la risa, y como máximo, verá la magnífica y contradictoria historia de una familia cualquiera, con maravillosas actuaciones.