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Denominación de Origen.

Esta película chilena trata sobre un conflicto real ocurrido hace siete años, entre dos ciudades que se disputaron la denominación de origen de… las longanizas. Denominación de origen es, por cierto, una figura jurídica que existe en todo el mundo, por la cual en un país – o en el mundo – se concede un signo distintivo que identifica un producto como originario de una región específica, y cuya calidad o características se deben principalmente al medio geográfico y a los factores humanos que influyen en su producción. Acordémonos del pisco, si acaso es chileno o peruano. O del champagne francés, mientras nosotros nos contentamos con nuestro modesto “espumante” que no es lo mismo pero es igual.

En este caso, se trataba de las longanizas de Chillán vs. las de San Carlos, dos ciudades separadas por apenas 26 km… ambas pretendiendo producir las mejores longanas del mundo mundial. En la Fiesta de la Longaniza de Chillán del año 2018, ganó una de San Carlos tras una cata a ciegas, pero este premio les fue arrebatado al revisar el reglamento del concurso que sólo permitía la participación exclusiva de los chillanejos. La furia de los sancarlinos desató la guerra.

Una de las mayores gracias de esta película es que fue filmada por personajes locales – no con actores profesionales – con tiernas e hilarantes actitudes, y muy chilenos modismos y acentos. Especialmente destacable es el grupo de cuatro mosqueteros que, sin siquiera ser fabricantes de la preciada cecina, sino simples ciudadanos de a pie que vieron herido el orgullo sancarlino, se organizaron en esta cruzada sin igual, colaboraron desinteresadamente y no dejaron puerta sin golpear para tratar de lograr su soñada denominación de origen. Hasta hicieron paneles de degustación con una experta internacional.

No haremos el spoiler de decir quién salió triunfante, si los longaniceros de acá o los de allá, ni cuál de las dos cecinas resulto la más sabrosa en la cata a ciegas. Compre su ticket, se lo recomiendo, y vaya a verla.

Mi tema con esta película es otro: la dificultad de los chilenos (y de todo el mundo, aunque en Chile es especialmente cierto) para cooperar, aun en temas que les convienen. Queda cristalinamente en evidencia en la película. Se da un nítido ejemplo de la «tragedia de los comunes», una teoría que explica cómo el uso individual y egoísta de recursos comunes, aunque beneficioso a corto plazo, puede conducir a su agotamiento o destrucción, perjudicando a todos en el largo plazo. Se trata de dilemas donde el interés individual entra en conflicto con el interés colectivo.

Esta teoría fue propuesta por el ecologista Garrett Hardin en su artículo de 1968, The Tragedy of the Commons. El argumentaba que, en ausencia de regulación, la sobreexplotación es inevitable. Uno de los ejemplos más dramáticos y costosos en el caso chileno fue la devastadora epidemia del virus ISA que arrasó con el cultivo de salmones entre 2007 y 2009, con pérdidas de muchos centenares de millones de dólares y quiebras estrepitosas. Los científicos le advirtieron a las empresas salmoneras con dos años de anticipación que debían tomar medidas preventivas, como por ejemplo separar las balsas y poner menos peces en cada una para disminuir los contagios, pero… eso implicaba disminuir la producción. Mal negocio. Mejor que la disminuyan los competidores, pensó cada uno. Hasta que… pasó lo que pasó y se acabó la exportación de salmones por varios años.

Vaya al cine a disfrutar con la tragedia de las comunes y sabrosas longanizas antes que la saquen de cartelera, lo cual es desgraciadamente frecuente en el caso de las películas chilenas.

Oro Amargo

Amargo es el sabor que me quedó en la boca al constatar que, en un sábado por la tarde en Alto Las Condes, esta excelente película sólo fue vista por… seis personas, lo cual significa que durará en cartelera menos que un suspiro. Triste porque la producción no debe haber sido nada de barata.

La película es, efectivamente, excelente. Se trata de una ficticia pero muy realista historia de un microempresario minero llamado Pacífico, genialmente interpretado por Pancho Melo en el norte más árido posible, con su hija adolescente Carola, aún más genialmente interpretada por Katalina Sánchez, la que termina literalmente robándose la película.

Ambos intentan manejar una cuadrilla de cinco sospechosos jornaleros, en una pertenencia minera de la cual rascan unos pocos pedruscos de cobre cada día pero… escondida por ahí hay una veta de oro, de la cual solo sabe Pacífico.

No corresponde hacer aquí un spoiler de este que se convierte progresivamente en un gran thriller de acción. El guion es excelente, con algunas escenas geniales; las actuaciones de todos también lo son, y la fotografía de los interiores de la mina y de esos cerros áridos donde no crece ni una brizna de hierba también se roba la película.

Apúrese y vaya a verla rapidito, aunque sea este lunes o martes por la tarde en una sala vacía.

Ambas películas dejan la impresión de que el cine chileno está dando grandes saltos técnicos y artísticos, entrando a una mayoría de edad, y queda por verse si nuestro público se interesa un poco más que hasta ahora. Creo que ambas cintas merecen premios, aunque me temo que por su lenguaje extremadamente localista, es difícil que prenda en otros países de la región. Más posibilidades les veo en el circuito internacional, donde una hábil traducción eliminaría esta pequeña dificultad. Oro Amargo ya fue presentada en el Festival de Cine de Varsovia. Denominación de Origen fue galardonada como la Mejor Película en el 17° Festival de Cine Chileno 2025. Ambas también son material muy digno para Netflix u otra de esas plataformas que están demoliendo a los cines.

One Comment

  • Harold dice:

    Gracias .., la historia enseña que el arte prevalece en el futuro y la menor de las veces en los contemporáneos de los autores … seguiré tus recomendaciones ..
    Nuevamente gracias ..

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